El problema de los universales

El Problema de los Universales, es una clásica y atemporal discusión en filosofía. La discusión de éste se remonta a la Grecia Antigua con Platón, Aristóteles, Heráclito y compañía, pero tendrá su cumbre en la Edad Media. El problema consiste en explicar la relación que guardan nuestros conceptos mentales y las cosas que existen en el mundo externo. Las realidades extramentales son determinadas, individuales, contingentes cambiantes, mientras que las realidades producto de nuestra mente son a su vez, abstractas, universales, necesarias e inmutables. Entonces la tarea de estos pensadores es determinar cuál es la relación entre la flor que tengo en mi mente y la flor física que estoy viendo. Tratar de determinar si las ideas de nuestra mente son fieles a la realidad objetiva y porqué lo serían. Este debate intenta dar cuenta en última instancia a cual es la forma de existencia de los universales, estableciéndose como un debate ontológico. Tratando de contestar a «¿qué es esa flor que tengo en mi cabeza?» que no es ninguna flor que haya visto, ni el conjunto de estas, ni un definición de qué es una flor, sino la idea de flor ¿Qué es esa idea? Debido a esta dimensión ontológica ganó mucha importancia en la edad Media por las profundas implicaciones teológicas que suponía una definición ontológica de las ideas, y consecuentemente de todo universal.

La pregunta, de forma simplificada, se formula: ¿Qué son los universales? Y dependiendo de la respuesta que se le da a esta pregunta se suelen clasificar simplificadamente en cuatro grupos. Hay que considerar cada respuesta como una escala progresiva de mayor a menor concesión de realidad ontológica a los Universales:

  1. Realismo exagerado: Son realidades esenciales y originarias que albergan en sí lo particular. Los universales tienen existencia propia, independiente de las cosas concretas y su ser antecede al ser de las cosas.
  2. Realismo moderado: Los universales existen realmente, si bien solamente en tanto que formas de las cosas particulares.
  3. Conceptualismo: Son conceptos en nuestra mente, mientras son pensados. Los conceptos tienen un valor ideal; no tienen valor real, o al menos no sabemos si tienen valor real.
  4. Nominalismo: Son solo nombres, palabras inventadas por los hombres para asignar particulares que se nos presentan como parecidos.

Autores que defienden cada postura

El realismo exagerado de Guillermo de Champeaux.

“Afirmaba que una cosa, esencialmente la misma, está toda a la vez en cada una de los dos individuos, que serían esencialmente idénticos y sólo se distinguirán entre sí por la variedad de los accidentes.»

Las tesis teóricas de Guillermo de Champeaux las podemos sacar de las lecciones que impartió en la escuela catedral de París, a las que asistió Pedro Abelardo y le apunta como un realista exagerado o realista extremo. Defendía que la misma naturaleza esencial está presente en todos los integrantes individuales de la especie en cuestión, las diferencias entre unos y otros serían exclusivamente por sus accidentes, pero son sustancialmente iguales. Esto implicaría que Platón y Sócrates compartirían la misma sustancia, que se encontraría en ambos individuos simultáneamente. Esto es fácilmente criticado por Abelardo, que alega que si esto sucediese y los dos compartiesen un mismo ser, Platón sería Sócrates y habrían dos Sócrates solo que en sitios distintos. Con base en este tipo de críticas, Champeaux reformula su teoría, diferenciará dos formas de que las cosas puedan ser “lo mismo”: pueden ser esencialmente lo mismo (essentialiter) o ser lo mismo indiferentemente (indifferenter), Sócrates y Platón no serían la misma cosa, pero tampoco cosas distintas, ambos son indiferentemente humanos.

El conceptualismo de Pedro Abelardo

“Parece, pues, que el vocablo «hombre», o cualquier otro vocablo universal, no significa nada, ya que no proporciona el concepto de ninguna cosa. Pero tampoco parece pueda ser concepto el que no tiene como objeto cosa alguna que concebir.»

Pedro Abelardo, como miembro de la escolástica afrontará al problema como lo planteó originalmente Porfirio: “¿Existen los objetos de los conceptos (esto es, genera y species) en la naturaleza (substentia) o son meras abstracciones (nuda intellecta)? ¿Son, o no, cosas?”. Abelardo reconoce que todo lo real extramental es individual. Pero analizando estos objetos concretos e individuales, el sujeto consigue a través de un proceso de abstracción captar aspectos comunes entre todos los individuos de una misma especie. Y sobre tal similitud o “status communi” somos capaces de formar conceptos universales. Estos conceptos no son una “forma de un individuo particular” (como diría un realista) sino una imagen común a una pluralidad individuos, pero tampoco son, de forma limitada, palabras (como diría un nominalista).

El nominalismo de Roscelino de Compiégne

«Los cuales creen que las sustancias universales no son otra cosa que un soplo de voz (flatus vocis); éstos por «color», no pueden entender otra cosa que el cuerpo coloreado, y por «sabiduría» otra cosa que la misma alma del hombre»

Es complicado determinar exactamente el pensamiento de Roscelino porque no se conservan textos del mismo. Lo que conservamos son obras de San Anselmo en el que lo describe como un hereje por negar la existencia de los Universales. Rosecelino de Compiégne afirmaba que solo existen seres individuales, no sabemos si esto era solo como oposición radical al realismo extremo, o a cualquier tipo de Universal. Lo que sí sabemos es que dijo que los universales eran solo nombres, golpes de voz, el Universal en solo una mera palabra (flatus vocis). Estas afirmaciones negarían incluso los Universales como conceptos mentales.

El nominalismo de Guillermo de Ockham

«Hay que sostener que no hay ningún universal fuera del alma existiendo realmente en las substancias universales, ni pertenecen a la substancia o esencia de ellas, sino que el universal existe sólo en el alma…como por ejemplo, «hombre» es universal porque es predicable de muchos no por sí, sino por las cosas que significa»

Para Ockham los universales no existen, lo único real son los particulares. Critica a toda doctrina que no identifique el universal al particular acusándola de caer en un dogmatismo realista. Lo que existe es lo particular y algunos de esos particulares, las mentes con capacidad racional tienen es su alma algo a lo que consideran universal, pero esto no tiene ninguna existencia fuera de ese alma. Incluso cuestiona si este universal es realmente universal, ya que no sabemos si realmente yo pienso lo mismo que los demás cuando pensamos en un universal, como “hombre” y tampoco si mi propio concepto no cambiará. Cree que todos aquellos que defienden que los Universales de alguna forma actúan, se equivocan rotundamente, porque si el universal es uno, no se entiende cómo puede “repartirse” entre muchos entes o si es múltiple, no actuará de ninguna forma, serían sus respectivos particulares.

También Ockham afirma “universale natum est ese signum plurium” esto significa que lo universal es, por naturaleza, signo de pluralidad, este signo puede ser natural o artificial. La palabra en sí es singular, pero puede ser universal significación, por la capacidad de transformarse en predicado. También aplicará a esta cuestión de los Universales la famosa navaja de Ockham, que consiste en el principio de no multiplicar los entes sin necesidad y de lo único que hay necesidad es de que solo lo individual existe y que estos individuales pueden ser clasificados, por la mente y para la mente, en géneros y especies. «El universal no existe como sujeto ni en el alma ni fuera del alma, tiene únicamente un ser de objeto (esse obiectivum) en el alma, y esto es una ficción (fictum

Conclusión y respuesta dada por la contemporaneidad

La cuestión de los universales es realmente muy interesante y extremadamente intrincada. Y los autores que la tratan traen propuestas muy interesantes y son de muy interesante lectura los comentarios a la logica vetus aristotélica, a Porfirio y a Boecio, de Pedro Abelardo o “Logicae tractatus minor” de Ockham. Pero creo que esta cuestión lo más fundamental es, ya conociendo las fundamentales respuestas reflexionar de forma autónoma sobre esta cuestión y llegar a sus propias conclusiones. Ya que es una cuestión que alcanza su mayor complejidad cuando se intenta crear un organigrama explicativo del cual realmente tengamos convicción y mantener hasta sus últimas consecuencias.

En mi caso concreto creo que muchas veces los autores que discutían este tema padecían de dos males que les nublaban la vista: Una es la época en la que vivieron, las circunstancias en el plano teórico causado por la fuerte presencia de la teología y la falta de desarrollo de la ciencia y a su vez descubrimientos en el campo de la biología y principalmente genética; el otro mal que padecían es reflexionar sobre los universales y particulares sin tocar suelo a menudo, si pensar en los objetos concretos, su procedencia, formación y corrupción, llega a ser irónico pensar sobre la distinción entre universal y particular sin “tocar suelo”. Dependiendo el tipo de universal, este será de una forma u otra. Si consideramos seres biológicos o naturales, como plantas, animales o minerales sabemos que los seres biológicos son creados por reproducción y su forma será derivada de la combinación genética de sus progenitores, en esas cadenas de ADN se encuentran los universales, la semejanza genética es la que, por ejemplo, nos hace a todos humanos, en el caso de los minerales sabemos que están compuestos en la misma proporción de átomos de cada elemento, los elementos a su vez se dan por la proporción de protones, neutrones y electrones y estos sí que componen verdadera igualdad, no tienen accidentes, cada una de estas partículas subatómicas son intercambiables y equivalentes.

Pero este problema será retomado en el siglo XX con la filosofía del lenguaje. Como es evidente, se discutirá en términos totalmente distintos. Lo que se conoció como «el problema de los universales» se retomará como un problema no ontológico, sino lingüístico, centrándose en averiguar cual es la relación entre lenguaje y mundo.

  1. Bibliografía

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