Recensión – “Confensiones de un Pecador”, San Agustín

La versión la cual he leído son los extractos más relevantes de la autobiografía por la editora Taurus, parte de la colección “Great Ideas”. Bajo el título original de “Confessiones Sancti Patris nostri Augustini”, esta obra es la autobiografía de San Agustín de Hipona. El relato lo hace desde su perspectiva ya adulta, sirviendo éste como narrador crítico, lo más importante no es el hecho de que sea adulto si no con un gran progreso a nivel intelectual y principalmente completamente convertido y seguro del catolicismo. No es como tal un relato de su vida, como cabría esperar una autobiografía convencional, sus acciones y su situación externa quedan relegadas a segundo plano y realmente nos cuenta la evolución de su vida interna, su vida espiritual y religiosa, sus pensamientos, sus dudas (elemento fundamental), sus experiencias y como adquiere sus convicciones.

El libro empieza relatando desde su nacimiento, y se queja profundamente no haber sido bautizado poco después de nacer, la cuestión de su tardío bautismo es una cuestión reiterada a lo largo de la obra. Dice San Agustín “¿Fue por acaso por mi bien el que se aflojarán las riendas para pecar?”, en la concepción cristiana tiene más responsabilidades el pecador que ya ha sido bautizado, pero san Agustín se siente aún más culpado considerando el bautismo como un remedio, aplicado de forma preventiva contra el pecado, como una vacuna “¿Y por qué cuando está de por medio la salud del cuerpo no decimos: “Dejadle, que se ponga peor, pues todavía no ha sanado””. Aquí se observará el principal tono que adoptará Agustín, el de culpa, como cabe esperar en una confesión, relata todas sus culpas, sus vergüenzas, nada es grave, son cosas comunes que hacen todas las personas de forma habitual, pero éste se arrepiente de sobremanera. En esta primera parte del libro surgirá una importante reflexión sobre la inocencia, el desconocimiento y el pecado. Primeramente el de Hipona nos cuenta, como es obvio, que no se acuerda de la mayor parte de su infancia, y pide perdón de los pecados que seguramente haya cometido en esa etapa, y se pregunta si puede ser penalizado por aquello que de lo que no tiene memoria, llega a la conclusión que podría serlo, pero dios es misericordioso [en un sentido estricto no llega a ninguna conclusión].

Cuenta como en su juventud su padre, pagano y su madre, católica, preocupados por su educación le ponen en clases de gramática y retórica. San Agustín valoraba muchísimo en su juventud la retórica, cuenta en la obra como lee apasionadamente a “Hortensio”, de Cicerón, que precisamente trata de dialéctica, durante toda su juventud estará profundamente relacionado e interesado por el maniqueísmo, una corriente de pensamiento, entre filosofía y religión, que trata el mundo y la naturaleza como una lucha bipolarizada entre bien y mal. San Agustín se vio muy interesado por esta corriente porque el cristianismo le presentaba muchas dudas, pensaba que el maniqueísmo era mucho más racional y aclaraba estas supuestas contradicciones de la religión, como la existencia del mal en el mundo. Cuenta también su encuentro en Roma con el bispo Maniqueo Fausto, el cual tenía esperanza de que le aclarase estas dudas que llevaba. Pero este quedó decepcionado porque vio a Fausto como un maestro de la retórica, pero poco más, la belleza de sus palabras eran igualmente proporcionales a lo vacías que estaban. Pero no era soberbio y supo reconocer sus propias deficiencias y mantener un diálogo racional.

San Agustín en su juventud reconoce la importancia de la castidad, tema fundamental de su pensamiento, pero no se ve capaz de cumplirla, no ve el castigo como tan severo, o no se ve con tamañas fuerzas, relata las diversas amantes que tuvo, su amplio historial amoroso y sexual, incluso llegó a tener un hijo en una relación malsana y la madre se marchó. De ahí viene la famosa frase de “Dame castidad y consistencia, pero no ahora”, cediendo por muchos años a los placeres del cuerpo. Y cuanto más pecó, más se arrepintió y murió convencido de que Dios le perdonaría. Una figura muy importante en la obra es la madre de San Agustín, siempre habla de ella con mucho cariño y en la obra tiene una misión fundamental: conseguir de manera efectiva que su hijo consiguiera la fe y que se salvara de sus pecados, para poder ir al cielo, dice en un momento de la obra que solo se moriría cuando éste ya hubiera retomado su fe. Y efectivamente, dos años después de su conversión fallece.

La tercera etapa es el proceso de conversón. San Agustín abandonó las falacias maniqueas y las dudas gracias a Ambrosio, que le mostró como la religión podía ser la explicación más racional, si esta era conocida. Y si se aceptaba la existencia de Dios, todas las dudas se diluyen por su acción y las que no son porque él lo quiere así y a esto lo llamamos misterios de fe. Racionalmente san Agustín reconoció la existencia de Dios, pero más bien como un dios metafísico. Hasta que se dio el episodio más relevante de la vida de san Agustín: la revelación. Estaba debajo de una higuera, llorando por su desdicha, las dudas que le acaecían se debían a que Dios aún no le había perdonado sus pecados y preguntaba hasta cuando estaría enojado con él, cuando escuchó una voz infantil que le decía, continuamente: “toma y lee, toma y lee” entonces cogió las Sagradas Escrituras y leyó el primer capítulo con el que se deparó “Nada de comilonas ni de borracheras ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.” Esto fue lo necesario para que disipase las dudas de su corazón y adquirir la fe que necesitaba y estaba seguro de las Escrituras y de la santa Iglesia Católica. Alipio, con quien estaba fue a leer el fragmento y se fijó en lo que le seguía: “Acoged bien al que es débil en la fe” y lo asimiló.

Los últimos capítulos los dedica a exponer conclusiones teológicas ya haciendo parte de su sistema filosófico. En el capítulo X desarrolla como los hombres tienen la tendencia a intentar descubrir lo que no se puede desvendar, intentan desvendar secretos de la naturaleza que Dios quiere que permanezcan como misterios. Mostrándose en contra de ciertas ciencias naturales, por considerar a éstas pseudoproblemáticas. También trata problema como el “espacio y el tiempo de Dios”, considera que Dios no es ni espacial ni temporal, porque si Dios estuviera en el mundo esto significaría que no es supremo y habría aquello que se le escapase, ni tampoco el Mundo está en él, si no él tendría las imperfecciones que tiene el Mundo y no es temporal tampoco porque él ha creado al tiempo, pero reconoce que es complicado de entender como hay algo “antes del tiempo mismo”, esto lo define como un misterio incompresible para la humanidad y hace que se admire de la complejidad de la creación.

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